Engaged: Preboda AxH
MONTAÑA, NIEVE Y MANCHAS NEGRAS
Estamos a finales de febrero y recibo un mail de Héctor, me informa que el siguiente fin de semana nevará cerca: “¿te acuerdas? ¿queríamos un preboda en la nieve?”. Mi cabeza empieza a fantasear, se pone a 200 km/h, no tardo en responder. El domingo nos vamos a la nieve.
Como de costumbre antes de un reportaje y con el aliciente de ser el primero del año, a las 5:00 AM ya no puedo seguir durmiendo. Repaso el planning: vestirme, desayunar, bajar a los perros, coger el equipo, la ropa de frío, 45 minutos de camino. Tengo tiempo de sobra. Y tanto, llego al punto de encuentro con adelanto, tengo ganas, muchas ganas.
En un rato comenzamos la sesión como siempre me gusta empezar: comiendo y hablando.
Después de un almuerzo con bocadillos gigantes, hacemos una incursión en el bosque nevado. Aquí, que vivimos en una especie de verano permanente, la nieve nos despierta un lado infantil, ¿será eso? No tengo que dar ninguna indicación, con el “sed vosotros mismos” vamos sobrados. Alba corre con Yako, su dálmata, como una niña en un parque; bolas de nieve; ascensos y descensos de laderas; Héctor escalando árboles; el arte de hacer la croqueta por la montaña y la idea fugaz de acabar en el pico de Penyagolosa.
Subiendo, claro, te acuerdas de Frodo y de Gandalf, y es que uno es muy de ciudad y en cuanto le ponen un poco de aventura se cree estar en el Caradhras en plena tormenta de nieve. Allí acabamos los cuatro, en lo más alto, yo mareado perdido (dicen que por la altura), pero con una ilusión como si en ese momento hubiera subido el K2.